En 2015 la editorial Fantagraphics publicó la traducción al inglés de El Eternauta. Además de asesorar y ayudar en la traducción de las partes más "argentinas" (como por ejemplo, el partido de truco, los comentarios acerca de calles o barrios de Buenos Aires, y frases relacionadas con nuestra cultura, costumbres y hábitos), escribí para esa edición el siguiente prólogo. Obviamente lo escribí en inglés, la versión que sigue es una traducción que hice del inglés al castellano para ofrecerlo aquí a lectores hispanohablantes.
Gracias a su ritmo ágil, su guión cuidadosamente elaborado y calidad de sus ilustraciones, El Eternauta fue recibido con gran entusiasmo al momento de su publicación, entre 1957 y 1959. Con los años, su fama no ha hecho más que crecer, y hoy se lo considera una obra emblemática de la cultura argentina.Puede resultar tentador intentar explicar la fama mundial de El Eternauta en base a la impresión que este causó originalmente en el público argentino, para el que fue escrito. Los dibujos de Solano López son sin duda minuciosos , y los escenarios que retrató perduran hasta hoy. Cualquier lector que, después de leer El Eternauta, decida visitar Buenos Aires, reconocerá inmediatamente las veredas, los faroles de época y los muchos monumentos retratados en estas páginas. También es cierto que, hasta la llegada de Oesterheld, los alienígenas solían atenerse al viejo y ya gastado libreto de invadir ciudades de Estados Unidos o Europa. Sus naves y armas interestelares, hasta entonces, habían dejado a América del Sur mayormente intacta. El Eternauta cambió todo eso para siempre. Para nosotros, los argentinos, ver (y uso el verbo deliberadamente) nuestra ciudad en ruinas, nuestros monumentos y edificios destruidos o extrañamente desfigurados por tecnologías alienígenas, nuestras calles cubiertas por una nieve fosforescente y espectral, literalmente trajo el miedo de una invasión extraterrestre a nuestra puerta, y nos heló la sangre en las venas. Buenos Aires tiene temperaturas anuales similares a las del sur de Florida o el sur de California; sólo ha nevado dos veces en tiempos de que se tenga memoria. La primera nevada registrada en Buenos Aires en tiempos relativamente recientes fue en 1918; la segunda, casi un siglo después, en 2007 (una fecha significativa, ya que marcó el 50 aniversario de la primera publicación de El Eternauta). Ambas fueron consideradas sucesos extraños y extraordinarios. Por eso, la aparición repentina de nieve al comienzo del relato resulta completamente anómala e inquietante.Nada de esto, sin embargo, basta para explicar el éxito y el reconocimiento que El Eternauta ha recibido y continúa recibiendo más allá de las fronteras de su país de origen. Ha sido publicado en España y en México; y ha traducido a los idiomas locales en Croacia, Francia, Grecia e Italia. Hay algo esencial en El Eternauta que trasciende límites geográficos, lenguas y culturas, e interpela a lectores de los más diversos orígenes. Pero ¿Qué es lo que logra despertar en lectores de audiencias tan disímiles esta historia de una invasión alienígena en Buenos Aires? ¿Cuál es el secreto de su atractivo universal?Vista en retrospectiva, la vida de Oesterheld parece marcada por el destino: una trayectoria deliberada que lo conduciría a convertirse en el gran guionista que fue. De niño, creció rodeado de libros. “Leí a Salgari, Defoe, Stevenson y Verne —a este último con voracidad”, dijo alguna vez. “Tenía hermanos mayores, así que a los cinco años ya tenía a mi alcance muchísimos libros. La inspiración me vino de esos autores, no de las historietas”. Dominaba el español, el inglés y el alemán; fue un políglota desde muy joven y desarrolló desde temprano una visión profundamente multicultural del mundo. Oesterheld estudió ciencias naturales y terminó la carrera de geólogo. Pasó los años siguientes trabajando en campañas de prospección por toda la Argentina, desde las heladas llanuras de la Patagonia hasta los desiertos ardientes del norte, prestando especial atención al paisaje, al terreno, a las plantas y animales que encontraba en cada expedición. Cuesta imaginar una formación más propicia para un escritor de ciencia ficción, un creador de mundos imaginarios.En ese sentido, Oesterheld fue sin duda excepcional. Aunque siempre reconoció a sus predecesores, era consciente de tener una mirada propia. Oesterheld escribía para ganarse la vida y, a lo largo de una carrera larga y distinguida, produjo literalmente cientos de relatos y guiones de historietas. Sus obras de ciencia ficción en prosa (muchas de las cuales permanecían inéditas, en parte debido a su trágica muerte) fueron recuperadas y compiladas en una antología titulada Más allá de Gelo (Editorial Planeta, Buenos Aires, 2014). Al respecto afirmaba el mismo Oesterheld: “Mis historias están llenas de alegorías y tienen siempre un mensaje. Todas buscan expresar algo, y tratan de hacerlo con un tono que sea nuestro, argentino: que no es el de Bradbury, ni el de Arthur C. Clarke, ni el de Italo Calvino. Solo eso: nuestro”. Una afirmación sin duda contundente, que además sugiere más de lo que dice: resulta evidente que Oesterheld se percibía en el centro —o acaso en la intersección— de esos nombres ilustres. Y como pronto advertirá el lector, no se equivocaba: en las páginas que siguen uno puede sentir oleadas de nostalgia y horror comparables a las de Crónicas marcianas, quedar deslumbrado ante revelaciones cósmicas como las de 2001: Odisea del espacio y reírse de ironías dignas de las Cosmicómicas de Calvino. Lo que une a esos tres autores es que sus ficciones superan los límites y convenciones del género. Y eso es exactamente lo que puede decirse de Oesterheld. Sus preocupaciones no se centran en exoplanetas ni en los vastos reinos entre las estrellas. Residen, más bien, en el espacio interior de sus protagonistas: “No me limito a los aspectos científicos o técnicos —escribió—. Mis historias narran las dudas, las angustias, los horrores que enfrentan esos hombres que, con total abnegación, están dispuestos a arriesgar la vida y la razón en ese salto maravilloso hacia lo desconocido que da la humanidad”.A semejanza de Maus, de Art Spiegelman, El Eternauta retrata una catástrofe planetaria enfocándose en un microcosmos: sin dejar nunca de recordarnos que lo que está en juego es nada menos que la supervivencia de la especie humana, Oesterheld centra su relato en las peripecias, tribulaciones y luchas de un pequeño grupo de amigos, que intentan sobrevivir mientras tratan de comprender la magnitud de la devastación que los rodea. En otras palabras, y quizá paradójicamente: El Eternauta alcanza su universalidad enfocándose en lo local. Mi rol en esta edición ha consistido en facilitar esta transición; es decir, en lograr que sean comprensibles para un nuevo público las particularidades geográficas, culturales y lingüísticas de la Argentina.Aunque cambien los hábitos o las costumbres, la confrontación entre el calor y la seguridad del hogar y la amistad, por un lado, y lo absolutamente ajeno y aterrador, por el otro, no puede dejar de conmover a cualquier lector, independientemente de su nacionalidad, credo o cultura.Así, El Eternauta es una historia de ciencia ficción, pero también una exploración de la condición humana, una observación de nuestros miedos primordiales, un homenaje al heroísmo, la lealtad y la camaradería, y una anticipación lúcida de lo que el futuro traería: para la Argentina, para el mundo y para el propio autor.Como ocurre con una sinfonía, el encanto de El eternauta como un todo no puede ser explicado a partir de un único acorde. Es una obra de singular riqueza y profundidad. Cada lector encontrará en sus páginas algo que resuene con él; lo cual es otra forma de decir que estamos ante una obra maestra literaria y también de un clásico.-Martin Hadis
Buenos Aires, 2015