El famoso guionista argentino, padre de El Eternauta, de Ernie Pike, del Sargento Kirk y de tantos otros héroes del género, se apresta a lanzar en forma de libros sus difundidas aventuras.
Cuando, hacia 1893, el dibujante Richard Outcault comenzó a graficar secuencias de aventuras que contenían las palabras que decía cada personaje – los hoy clásicos globitos superiores –, nadie atribuyó importancia a ese hecho, que equivalía al nacimiento de la historieta. Una suerte de arte que llegaría a ser, acaso, la más popular de las creaciones del hombre.
Tras desandar un sostenido éxito en los mas importantes periódicos estadounidenses – las tiras nacieron en el World de la cadena de Joseph Pulitzer, para luego insertarse en el New York Journal, del emporio de William Randolph Hearst –, la historieta se universalizó, al punto que en la actualidad no hay prensa escrita en todo el orbe que no incluya una o mas tiras en sus páginas. Curiosamente, Argentina se convirtió, a partir de los años 40, en uno de los principales países productores de guiones y dibujos, al influjo de una industria editorial que marcó una época y que alcanzó sus cúspides de esplendor en la década de los años 50.
Precisamente, uno de los artífices de aquel boom – Héctor Germán Oesterheld (55, cuatro hijas, un nieto) quien fue el creador de los mas memorables personajes de la historieta nacional – acaba de lanzar una versión escrita, novelada, del Sargento Kirk, una de sus creaciones de mayor trascendencia. A propósito de dicha irrupción en kioskos y librerías porteñas, Siete Días entrevistó la semana pasada a este inagotable argumentista, quien a lo largo de mas de treinta años de trabajo ha pergeñado un centenar de personajes, protagonistas de alrededor de diez mil guiones; en ellos, se jacta HGO, sonriente, “maté a no menos de cien mil tipos”.
Licenciado en Ciencias Naturales – especializado en Geología, le falta la presentación de una tesis para alcanzar el doctorado –, Oesterheld trabajó en la Dirección Nacional de Minas, en YPF y en el laboratorio de minería del Banco de Crédito Industrial, hasta que abandonó su profesión para dedicarse de lleno a la historieta, a comienzos de la década de 1950.
Incansable viajero – recorrió todo el país, por razones de trabajo –, reconoce su iniciación literaria en un cuento que le publicó el diario La Prensa en 1938. Olvidado ya de dicho intento artístico, tres años después lo llamo un amigo, Carlos Hirsch, para que le escribiera los textos de unas ilustraciones sobre la vida en el fondo del mar, que debían ser presentados a la recientemente creada Editorial Abril.
“La experiencia fue desastrosa – recuerda Oesterheld – me rechazaron el trabajo. Pero diez días después me llamaron porque habían releído el texto y les pareció original”.
Desde entonces, y hasta 1949, trabajó como redactor de libros de divulgación. “Un día me preguntaron si me animaba a escribir guiones para historietas – recuerda HGO –, cosa que yo ni sabía lo que era. Creo haber leído todos los libros de aventuras del mundo, pero siempre sentí aversión por las ilustraciones. Simplemente, me puse a probar y me salió un guión medio policial que transcurría en Egipto, con un personaje que se llamaba Craizy. Gustó lo suficiente como para que desde entonces me convirtiera en guionista de aquella inolvidable revista que se llamó Misterix”.
A Craizy le siguieron otros personajes que fueron delimitando lo que con el tiempo sería la principal característica de Oesterheld: la calidez, verosimilitud y humanidad de sus creaciones. Así surgieron Ray Kitt – policial – y Lord Comando, que fue la primera historieta de guerra pergeñada en la Argentina. La revista Misterix, por entonces trataba de imponerse con abundante material proveniente de Italia.
“El éxito – aseguró HGO – permitió que se importaran valores como el guionista Alberto Ongaro y dibujantes de la talla de Hugo Pratt e Ivo Pavone. Un grupo de muchachos de poco mas de 20 años con los que conformamos un grupo excepcional. Precisamente, Pratt me dibujó Ray Kitt y enseguida la conjución permitió el nacimiento de Bull Rockett, mi primer personaje trascendente”.