Por Sergio Sinay. Nota y entrevista con Oesterheld
publicada en El Cronista el 10 de octubre de 1975
Finalizaba la década del cuarenta cuando un joven geólogo argentino se daba de narices contra una realidad que, aun hoy, mantiene su descorazonadora vigencia: al cabo de los años invertidos en el estudio de su profesión, esta no le permitía la supervivencia económica. Así fue como al poco tiempo se internaba en una insospechada experiencia: convertirse en autor de cuentos infantiles para la Editorial Abril. Su tránsito por ese oficio iba a ser sin embargo, breve. En 1951 la editorial se lanzaba de lleno a la producción de historietas -Salgari, Misterix, Rayo Rojo, Cinemisterio serían títulos señeros de ese intento- y el joven geólogo recibió una propuesta. ¿Se animaba a producir algunos guiones para aquellas publicaciones? Se animó, y ancló definitivamente en la especialidad.

H. G. Oesterheld


De esa manera quedó definida la verdadera vocación de Héctor G. Oesterheld. El cuarto de siglo transcurrido desde entonces, lejos de convertir su nombre en un dato del pasado, no hizo más que reactualizarlo permanentemente como el más destacado guionista argentino de historietas y uno de los más valorados a nivel internacional.
Afirma Hector Oesterheld:

“Lo curioso es que antes de hacer aquellos guiones yo ni siquiera había sido un lector habitual de historietas. De chico había preferido siempre los libros de aventuras. Los dibujos me daban la impresión de coartar la imaginación. Sin embargo, no tuve problemas para hacer los guiones. Simplemente me propuse escribir las mismas aventuras que a mí me hubiera gustado leer”
Para el lanzamiento de sus revistas, Abril trajo al país a un equipo italiano que marchaba entonces a la vanguardia del género. Los dibujantes Hugo Pratt, Mario Faustinelli, Ivo Pavone, Guillermo Letteri, Sergio Tarquino y el guionista Alberto Ongaro llegaron a la Argentina para convertirse en pioneros de una verdadera revolución en el género. Osterheld se sumó a ellos. Y junto a él podían contarse otros nombres nacionales: Solano López, Carlos Vogt, Carlos Freixas, Walter Ciocca en el dibujo; Carlos Nalé Roxlo y Julio Portas en los guiones.

La historieta comenzaba a adquirir su mayoría de edad. Debiéndole ciertos rasgos a la literatura, a las artes gráficas o al cine, al ser ejecutada por especialistas de talento demostraba que no era, al cabo, un símil de ninguno de ellos y sí un género con características y leyes propias.
Para el lanzamiento de sus revistas, Abril trajo al país a un equipo italiano que marchaba entonces a la vanguardia del género. Los dibujantes Hugo Pratt, Mario Faustinelli, Ivo Pavone, Guillermo Letteri, Sergio Tarquino y el guionista Alberto Ongaro llegaron a la Argentina para convertirse en pioneros de una verdadera revolución en el género. Osterheld se sumó a ellos. Y junto a él podían contarse otros nombres nacionales: Solano López, Carlos Vogt, Carlos Freixas, Walter Ciocca en el dibujo; Carlos Nalé Roxlo y Julio Portas en los guiones.

La historieta comenzaba a adquirir su mayoría de edad. Debiéndole ciertos rasgos a la literatura, a las artes gráficas o al cine, al ser ejecutada por especialistas de talento demostraba que no era, al cabo, un símil de ninguno de ellos y sí un género con características y leyes propias.
En palabras de HGO:

“Muchos la consideran un género menor y la miran peyorativamente. Sin embargo, hay que leer con detenimiento las buenas historietas para darse cuenta de que no es así. Por otra parte, es absolutamente improbable que a quien tiene el hábito de la lectura la historieta se lo saque, así como contribuye a que, por ejemplo los niños, tengan a través de ella su primer acercamiento a la literatura. Es responsabilidad de quienes la hacen, que se trate de un acercamiento sano y positivo. El género permite esa posibilidad”
La revista Misterix sería el receptáculo y la fuente de las mejores historietas de aquella época, y su vida se prolongaría hasta 1957. En ella y en Rayo Rojo lanzaría Oesterheld sus primeros personajes: Sargento Kirk (dibujada por Pratt); Bull Rockett (Campani); Ray Kitt ( Pratt); El indio Suárez (Freixas). También aparecerían allí Kim de la nieve (de Fuastinelli); Drake, el aventurero (de Ongaro y Freixas); Fuerte Argentino (de Almada, en realidad Portas, y Ciocca); Mark Cabot (de Ongaro y Vogt); entre otros títulos legendarios.

La conjunción de diferentes factores, en su mayoría económicos, hizo que a medida que languidecía la década del cincuenta, comenzara a oscurecerse el período de esplendor de ¡as revistas de historietas (a los títulos de Abril se habían sumado otros como Patoruzito, Puño Fuerte, El Gorrión, Hacha Brava, Bucaneros, Superhombre, Batman o las de la editorial Columba, como D'Artagnan, El Tony y Fantasía, estas tres existentes aún hoy).
Las primeras grandes devaluaciones del peso desquiciaban los costos, las agencias internacionales seducían a los dibujantes y guionistas con mejores pagas, las editoriales encaraban nuevos proyectos periodísticos.
Según Oesterheld:

Esas fueron las causas más importantes que fomentaron el eclipse que comenzó a aquejar al género. Pero entre las razones no figuraba para nada el presunto desinterés de los lectores ni la competencia de la televisión, como a veces se suele decir. El lector de buenas historietas comienza a serlo cuando niño y no abandona de grande su gusto por esas aventuras. Al margen de eso, no creo que la televisión haya sido nunca una competencia real. La historieta tiene un universo propio, algo que no pueden dar otros medios, simplemente porque son distintos
El propio Oesterheld se encargaría de demostrar que el género no estaba agotado. Hacia 1957, cuando la existencia de las otras revistas comenzaba a verse enmarcada por signos de interrogación, él -junto a su hermano Jorge- se lanzó a una nueva experiencia: las revistas Frontera y Hora Cero, sin duda los puntos más altos tocados por la historieta argentina. Los dibujantes Hugo Pratt, Solano López, Carlos Roume, Ivo Pavone, Arturo del Castillo, Daniel Haupt, Jorge Molinterni, Alberto Breccia, aportaban un alto nivel estético a la notoria adultez de los guiones. Fue la época que marcó el nacimiento de personajes que hoy son clásicos y que dieron la definitiva prueba del talento de Oesterheld: Randall, Ticonderoga, El Eternauta, Ernie Pike, Sherlock Time, Leonero Brent y el propio Sargento Kirk, entre varios más.
Afirma Oesterheld:

Había una libertad total para crear. Las historias podían ser muy cortas, de unos 70 cuadritos, y reflejar apenas una anécdota, una situación, o muy largas (como El Eternauta que llegó a tener 3.000 cuadros) y transformarse casi en el equivalente de una novela. Pero en todos los casos traté de desarrollar al máximo aquello que para mí es primordial: crear buenas tramas, pero crear también buenos personajes, seres creíbles, con definidos periles y conflictos humanos
Esa carnadura es para Oesierheld casi un dogma y se trata, en definitiva, del elemento que caracteriza a su producción, el que la elevó por encima de la ingenuidad y la elementalidad que suele dar razones a quienes subestiman a la historieta
Héctor Oesterheld opina al respecto:

“Ningún dibujante, por excelente que sea, puede salvar un mal guión. Y un buen guión no es posible si quien lo escribe no tiene ciertas inquietudes culturales y espirituales. Yo pienso que a mi me ayudó la formación humanística que tuve como producto de mis estudias. También el hecho de que siempre me mantuve en contacto con la buena literatura. La buena literatura es imperecedera y en ella están los grandes temas del hombre. En definitiva se trata, salvandando ¡as distancias, de reflejar en las aventuras de la historieta esos mismos temas. A mí, por ejemplo, nunca me interesaron los superhombres ni los héroes invencibles y todopoderosos. Con ellos sólo pueden construirse malas historietas. Prefiero los hombres comunes, viviendo historias que quizás pueden ocurrirle al lector”
Aquejadas por problemas económicos -que en nada tenían que ver con una disminución de sus ventas, sino con la inexperiencia financiera - Hora Cero y Frontera desaparecieron en 1960. Lo que llegaron a significar y el valor que se les concede aun hoy puede quedar reflejado por un sólo dato. En el Parque Lezica - verdadero mercado persa de todo cuanto se edita y se ha editado en el país en cualquier género- una colección completa de alguna de esas revistas llega a cotizarse, cuando se la consigue, a un millón de pesos moneda nacional. Un ejemplar suelto difícilmente baja de los 10 mil pesos.
La pobreza gráfica y literaria que signaron a la historieta argentina desde la desaparición de esos dos óptimos títulos pareció quebrarse alrededor de un año atrás, cuando irrumpió en el mercado Skorpio, una revista que marcó la reaparición de algunos excelentes dibujantes y verificó la intención de aportar guiones "oesterheldianos”, aunque todavía saturados de un melo- dramatismo y de concesiones que Oesterheld siempre eludió. Bien acogida, esa revista fue la punta de lanza tras la cual harían su aparición Corto Maltés y Tit-Bits, dos nuevas publicaciones encargadas de vigorizar esa línea y de recuperar algunas de las mejores producciones de la historieta argentina.
Concluye HGO:

“Lo que esto demuestra es que el público nunca desertó y que la buena historieta es siempre bienvenida y esperada. A lo largo de todos estos años en que no se hizo este tipo de historieta, cualquier editor que lo intentara hubiera tenido éxito, porque los lectores estaban y están siempre aguardando producciones de alto nivel. De todos modos pienso que no se puede hablar aún de una revolución en la historieta. Las que venden las agencias internacionales son de guiones muy mediocres a pesar de que, en ese nivel, la actividad ha sido siempre intensa y creciente.

Por lo demás, si bien es cierto que ha habido una gran evolución en los dibujos, en los guiones existe una modernización que no siempre es tal. Lo que hay que hacer es incorporar a la historieta todas las cosas y preocupaciones que se van integrando a la vida del hombre. Pero hay que hacerlo de modo que nunca se pierda el valor de la aventura.

Sexo, violencia y política son elementos que si se ponen como simples ganchos y desgajados de todo contexto terminan por conspirar en contra de las características de la historieta.”
Aunque ya no trabaja en sus antiguos personajes, Oesterheld mantiene actualmente su actividad. Convertido en el principal guionista de las revistas de Columba -D’Artagnan, El Tony, Fantasía- sus criaturas son ahora Kabul de Bengala (especie de héroe mitológico), Haakon (un aventurero independiente e intelectual que desentraña casos policiales); Tres por la ley; La brigada Madeleine (historias que revelan anécdotas marginales de la guerra), así como una flamante historia de vikingos. Su producción es de una docena de guiones mensuales en los que, confiesa, no insume tanto tiempo escribir como hallar una buena idea.
“Yo pienso que las posibilidades en este género son muchas. Pero hay que comenzar por quererlo, respetarlo y darle el lugar que tiene por sí mismo. Quienes no hacen eso, no pueden producir buenos trabajos. Muchos novelistas se hicieron guionistas para ganar unos pesos y sus resultados fueron pésimos, porque se notaba en ellos una subestimación. Hay también quienes se ponen a hacer guiones porque se sienten escritores fracasados. Y no sirve ni una cosa ni la otra. Ser guionista de historietas es algo en sí mismo. Hay que leer, hay que enriquecer la formación cultural, hay que trabajar mucho, corregir, buscar mejoras.”
Aunque los personajes actuales difieren de los de la época de Frontera y Hora Cero (hoy da más preeminencia a las tramas, aunque la carnadura y los conflictos permanecen como elementos distintivos) sus guiones siguen reconociéndose porque ejemplifican el camino posible y deseable para un género tan masivo como valioso por los amplios estratos sociales a que llega.
HGO sostiene:

“Al menos esa es la forma en que yo siempre me he planteado esta actividad. Hay mucha gente, amplios sectores de trabajadores y personas de condición humilde que -por razones culturales, económicas y sociales- sólo lee historie¬tas y esa es una responsabilidad muy grande para quien escribe guiones. No se puede tomar las cosas a la ligera, no se puede hacer daño a esa gente pensando, que, después de todo, la historieta es algo menor. Un novelista de éxito llega a 20 mil personas. Una historieta a más de 100 mil. Sin amor por el género ni respeto por esas personas, el oficio comienza a ser peligroso”
Tras veinticinco años de labor un repaso de la producción de Héctor Oesterheld podría convertirse en una manera de detectar esos postulados tras los mágicos cuadros de una historieta.

Sergio Sinay